Efectivamente, debajo de la cama, dentro del armario, en el interior del corazón... más cerca lo que creemos...
Porque la santidad no es algo "añadido" a nuestra naturaleza.
Si tan solo nos diésemos cuenta de que es casi como la sangre en nuestras venas o los latidos del corazón...
Si tan solo pudiésemos vernos con los ojos de los habitantes del cielo que ven lo invisible, eso que no alcanzamos a ver. Esa eterna Presencia que nos acompaña, que nos guía, que nos fortalece, que nos inunda...
"La gracia no destruye la naturaleza, sino que la presupone y la perfecciona".
Cuando leí esto de nuestro buen amigo Santo Tomás de Aquino me di cuenta que la santidad es mucho más "natural" para el hombre de lo que soy capaz de comprender.
Porque ser santos no significa dejar de ser hombres, sino serlo en plenitud.
No se trata de dejar de tener errores, límites, caídas... sino de tener un amor tan grande que lo polarice todo y lo entregue todo como ofrenda, sí, también lo "malo".
También eso que creerías que no es "valioso" para Dios. ¿No te das cuenta que tú eres el don? No importa si lo único que tienes para dar son caídas, golpes, heridas, cicatrices... Dios se alegra infinitamente (porque todo en Él es infinito) cada vez que entras en su presencia, incluso para ofrecerle lo más "pequeño" que tienes.
Busca la santidad debajo de la cama, en el armario, en la cocina, en la oficina, en la universidad.. porque es precisamente ahí donde vas a encontrarla.
Ahí donde vives, donde trabajas, donde estudias.
Ahí donde eres tú, ahí donde pasas cada uno de tus días, ahí donde derramas lágrimas y regalas sonrisas.
Ahí es el lugar para ser santos. ¡En la vida! En una existencia transformada por la Presencia latente del Reino en ti.
Millennials and Saints †
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